Vertiendo cera caliente en las cuencas de mis ojos.
Ha tirado la tiza poco más allá de tres saltos.
-Acudo a su sombra, lamiendo con rencor sus encías-
En su garganta crecen arboles, donde habitan aves rapases
Que vuelan la tarde con la indiferencia del sueño.
Da otro salto y de entre sus piernas caigo,
desprendiéndome de su interior,
Me cubre un silencio de ayeres hace tiempo,
Y de soledades que no tendrán mañana.